lunes, 8 de junio de 2009

43

Visión de Hyde.

Esa mañana desperté muy temprano, tampoco era como si hubiera dormido lo suficiente, unas enormes ganas de ver a Tetsu no me dejaron hacerlo. Me levanté y me metí al baño, estuve listo casi una hora después, eran las 8 de la mañana. Me senté en la sala con la pequeña cajita en una de mis manos. Era ridículo, era demasiado temprano, ya imaginaba la cara de Tetsu si me veía llegar a su casa a esas horas. Seguro ni siquiera había despertado. Encendí la televisión, pero no le puse atención. Solo pensaba en lo que iba a decirle, en cuanto me gustaría tenerlo conmigo en ese momento, haber pasado la noche de su cumpleaños con el, hablando de cosas que solo a el y a mi nos interesan… “Pero ya será para la próxima” me dije a mi mismo y sonreí tan estúpidamente.

El tiempo pasó muy lento, cuando escuché que mi madre había despertado decidí salir sin fijarme en la hora. Caminé rápido, sin darme cuenta, estaba ansioso. Al poco rato estaba parado frente a la puerta de la casa de Te-chan, vi mi reloj, eran casi las 10 de la mañana. “Aún es muy temprano!!” Pensé un tanto impaciente y espere unos minutos más. Suspiré, ya estaba ahí, para que esperar más. Toqué la puerta, me abrió su hermana, la saludé y fue a buscar al chico del cumpleaños. Pero como si hubiera estado esperándome en el borde de las escaleras, Tetsu salió disparado hacia mí, lo abracé con fuerza y lo saludé. “Hola, feliz cumpleaños”. Su entusiasmo y esa sonrisa en su cara, combinados con su pijama claro y su cabello revuelto me hicieron darme cuenta de que de cualquier forma se veía lindo.

Subimos a su habitación y me senté en la cama. Me quedaba mirándolo, estábamos solos y yo me moría por besarlo. Así que no lo dudé más. Cuando estaba por alejarse lo tomé del brazo y lo senté en la cama. Toqué su suave rostro, ese leve contacto que tanto necesitaba. Pero no era suficiente. Me acerqué con cuidado a sus labios y los besé con lentitud. Sus brazos me rodearon invitándome a no soltarlo. “Te extrañé mucho…” Le dije antes de recostarlo en el colchón, guiado solamente por el deseo que tenía de estar así de cerca de él. Lo besé con ternura, su pijama se había levantado un poco, toqué la piel de su estómago. Tan suave como el resto de su cuerpo, tan incitante… Los golpes en la puerta nos hicieron regresar a la realidad de la que hubiéramos preferido no volver. Me aparté de él, ligeramente sonrojado y con una sonrisa cómplice. Dejé que se levantara y fuera a vestirse.

Desayuné con la familia de Tetsu, fue algo entretenido y los postres de la Sra. Ogawa eran de lo mejor. Agradecimos la comida y más tarde volvimos a quedarnos solos, la tranquilidad que había en la habitación de Tetsu, era hipnotizante, además tenerlo abrazado junto a mi, poder besarlo y tocarlo con tal libertad. No quería soltarlo. Después de la llamada de Ken, esperaba que pudiéramos estar así, solos y sin que nadie nos molestara, por un rato más. Escuchando música. Pero el teléfono volvió a interrumpir. Esta vez fue la ex novia de Tetsu, Kaori. Esa llamada lo había dejado raro, pero que más daba, ahora estaba conmigo y no pensaba dejarlo ir solo por eso.

Horas más tarde, estaba por caer dormido ante el capitulo 35 de Evangelion, pero pude mantener los ojos abiertos, distrayéndome en otras cosas como jugar con el cabello de Tetsu. Volvió a sonar el teléfono, que no iban a dejarnos tranquilos?… aunque por un lado me alegré de la interrupción, aun más porque la fiesta estaba por comenzar. Nos levantamos, divertidos con lo que había dicho Ken y besé a Tetsu por última vez en esa habitación.

La fiesta comenzó unos minutos más tarde, la pasamos muy bien, podía ver que Tetsu estaba feliz con solo ver esa sonrisa en su rostro, me alegraba por el, me gustaba verlo así. Ciertamente no me era fácil fingir estar con Ayana, ella me sostenía del brazo y yo no podía evitar ver a Tetsu de reojo. Quería que fuera el quien me tomara del brazo y no tener que fingir nada frente a nadie, pero así estaban las cosas. Y bueno, Ayana era una chica agradable y divertida, tampoco me costó tanto estar con ella en la fiesta. Después comencé a conocer más al famosísimo Yukihiro, era un chico genial, teníamos muchas cosas en común. Los dulces que llevó se acabaron casi al instante, Tetsu fue quien comió más, por decreto de todos, pues era su cumpleaños.

Después llegó la hora de hacer lo que Ken y yo habíamos preparado para ese día. Ken tocó la guitarra y yo, por deseo de Tetsu, me senté al lado del guitarrista sin otro instrumento que mi voz. Todos me observaban, pensé que sería más difícil. Pero fue mejor de lo que esperé. Canté “Feliz cumpleaños” para él y después una canción escrita por mi. Dedicada a el. Con claves y cosas que sabía el entendería. Lo miré durante la interpretación, transmitiéndole el deseo que tenía de verlo feliz tanto ese día como el resto de su vida. Y lo mucho que anhelaba quedarme a su lado…

La noche cayó y poco a poco la gente fue desapareciendo. Cuando se fue Ken, gracias a la forma asesina en que lo miraba. Por fin me quedé a solas con Tetsu, otra vez. Entonces iba a llevarlo a donde le prometí, le dije a su madre que lo traería de vuelta pronto y que estaría bien. Salimos en la bicicleta de Tetsu, conduje mientras el se sostenía de mis hombros, subimos por una calle larga y empinada. Hasta la punta. Hacía frío y Tetsu no se había llevado nada encima. Cuando llegamos al lugar, bajamos de la bicicleta y pasé mi chaqueta por sus hombros, lo guié a la orilla desde donde podía verse la ciudad entera, llena de lucecitas parpadeantes y estáticas. Como si fuese un lago, en donde todas las estrellas del cielo se veían reflejadas.

La sonrisa en su rostro me hizo saber lo que pregunté inútilmente segundos antes. El lugar le gustaba y eso me daba una satisfacción infinita, estaba logrando lo que me hacía feliz. Que era verlo feliz a él. Segundos después, debo admitirlo, me puse nervioso. Aunque creo que lo oculté muy bien. Saqué de la misma chaqueta que Tetsu tenía sobre los hombros, la cajita que era su regalo. Me arrodillé frente a él, sintiéndome un poco tonto. El sonrojo en sus mejillas me daban ganas de besarlo, pero primero lo primero. Abrí la cajita frente a el y tomé el anillo de plata, liso, sin ningún tipo de inscripción en la parte externa. Tomé su mano y deslicé la pieza por su dedo. Le quedó perfecto, justo como había imaginado. Antes de que pudiera decir nada más el cuerpo se Tetsu se fue sobre el mío, no estaba listo, pero no importó. Todo lo contrario, nos fuimos rodando cuesta abajo y llegamos al final llenos de pasto y nos reímos.

Nos recostamos en el pasto, mirando el cielo estrellado que nos cubría. Tomé la mano de Tetsu entre la mia. “¿Ahora me contarás tu sueño?” Escuché su vocecita junto a mi oído, giré a mirarlo, estaba sonrojado. Se veía adorable. Sonreí y no se por qué, comencé a balbucear cosas que era claro ni yo entendía. Me sonrojé también. Estaba notablemente nervioso. “Ah? mi sueño?... eh… estábamos juntos… en un lugar… que era muy lindo…” Me quedé callado unos segundos buscando algo inexistente en el cielo negro. “De todas formas, parte del sueño ya la cumplí esta mañana. Tenía tantas ganas de tocarte, Te-chan…” Volví a girarme hacía el, llevé mi mano a su estómago como había hecho esa mañana y levanté su polera. Acariciando su piel nuevamente. “Me gusta” Susurré antes de besarlo tomándolo ahora por el rostro, acariciando su mejilla. “Esto supera cualquier sueño, no crees? Los sueños solo existen para tener una idea de las cosas que te hacen feliz. Depende de ti si luchas por cumplirlos.” Miraba sus ojos, rayos, me gustaba tanto estar con él. Lo quería demasiado.

Luego de un rato, ya era tarde y yo había prometido a su madre llevarlo sano y salvo. Nos pusimos de pie y lo abracé. “Felicidades, amor” Dije en voz casi inaudible cerca de su oído. “Te quiero”, escuché su voz cerca del mío. “Ha sido el mejor y más perfecto cumpleaños de toda mi vida.” Casi sentí como me derretía por dentro con aquella confesión. “Y así serán de ahora en adelante Te-chan”, le prometí antes de besarlo nuevamente. Haciendo este beso más prolongado. Asegurándome hacerle durar la sensación durante el resto de la noche, cuando estuviéramos lejos otra vez.